
Deseo Legítimo
- Claudia Carvalho
- 25 jun
- 1 Min. de lectura
Creo que hacer que la otra persona se sienta deseada de manera legítima y exclusiva es, a veces, más sabroso que el propio deseo. Hay algo profundamente erótico en ver cómo alguien se enciende porque lo miras, lo tocas, lo eliges. Más aún cuando esa elección es singular, cuando nace de un lugar auténtico y no replicable.
El deseo se convierte en una experiencia aún más intensa cuando pasa por el cuerpo del otro, cuando lo ves reaccionar, estremecerse, encenderse. Hacer que alguien se sienta deseado —sin juego, sin estrategia, sin cálculo— es como abrir una puerta secreta del erotismo, donde el poder no está solo en el sentir, sino en el provocar.
Y que ese deseo sea exclusivo le añade un matiz de singularidad, como si esa persona fuera la única que despierta ese gesto, esa mirada, ese hambre. Es casi alquímico: no se trata solo de obtener placer, sino de entregarlo, de mirarse en el placer ajeno como en un espejo ampliado.
Pero me pregunto: ¿cómo saber si el deseo del otro es legítimo y no solo una forma de estar? Porque ser implica esencia, implica entrega. Estar puede ser simplemente una escena. Y yo no quiero una escena. Quiero algo que arda desde adentro, que no necesite testigos para ser verdad.
Por CLAUDIA CARVALHO
Sexóloga
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