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El deseo: brújula íntima en la relación amorosa

  • Foto del escritor: Claudia Carvalho
    Claudia Carvalho
  • 15 may
  • 1 Min. de lectura

Saber cómo funciona nuestro deseo no es un lujo, es una necesidad. Muchas personas entran en relaciones creyendo que el deseo es algo que simplemente “surge” o que el amor es suficiente para mantenerlo encendido. Pero el deseo, a diferencia del amor, necesita ser conocido, alimentado y respetado. Si no sabemos qué lo despierta, qué lo apaga, cómo se mueve en nosotros, terminamos desconectándonos no solo del otro, sino de nuestra propia potencia vital.


En la dinámica amorosa de una pareja, el deseo suele enfrentarse a la rutina, la costumbre y la idea de que la seguridad emocional es incompatible con la excitación. Por eso, mantener vivo el deseo no es cuestión de trucos ni de técnicas, sino de mantener una relación erótica con uno mismo. Es poder mirarse y preguntarse: ¿todavía me excito con esta persona? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Qué parte de mí deseo activar en este vínculo?


El deseo no se negocia, pero sí se cultiva. Y cultivarlo implica tener conversaciones incómodas, salirse de lo esperado, dar lugar a lo incierto. Implica también cuidar el misterio, la autonomía, el espacio propio. Cuando una pareja entiende que el deseo no es automático ni garantizado, sino una construcción compartida pero también íntima, empieza a crear una relación más libre, más honesta y más viva.


Entender cómo funciona nuestro deseo es, en última instancia, un acto de amor propio. Compartirlo con otra persona, es un acto de generosidad. Y sostenerlo en el tiempo, un acto de creatividad mutua.


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