El deseo no falla, fallan los caminos hacia él
- Claudia Carvalho
- 29 mar
- 1 Min. de lectura
El deseo no es un interruptor que se enciende o se apaga a voluntad. No desaparece por completo, ni se extingue sin motivo. Lo que realmente falla no es el deseo en sí, sino los caminos que nos llevan hasta él.
A menudo, esperamos que el deseo surja de manera espontánea, que simplemente aparezca cuando lo necesitamos. Sin embargo, el deseo no es un visitante ocasional; es un fuego que necesita ser alimentado, un lenguaje que requiere ser aprendido y hablado con intención. Cuando creemos que ha desaparecido, es posible que solo hayamos olvidado cómo invocarlo.
El problema radica en la forma en que buscamos el deseo. Lo esperamos en la rutina monótona, en la falta de novedad, en la inercia de los días. Creemos que debe surgir sin esfuerzo, sin provocación, sin juego. Pero el deseo necesita espacio, misterio, expectativas, incluso ausencia. Se nutre de la imaginación, de la exploración, del derecho a sentir y desear sin culpa ni prisa.
Redescubrir el deseo no es una cuestión de voluntad, sino de cambiar el enfoque. No se trata de preguntarse por qué ha desaparecido, sino de explorar qué caminos se han cerrado y cuáles podemos abrir. Quizás no es que el deseo haya fallado, sino que hemos olvidado cómo llegar hasta él.
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