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La ética del deseo

Foto del escritor: Claudia CarvalhoClaudia Carvalho

Héctor es un hombre heterosexual, casado desde hace más de dos décadas con Paula. Tienen un hijo mayor de dieciocho años. Héctor tiene una vida sexual relativamente satisfactoria, pero hay un deseo que lleva tiempo guardando en su mente, y eso le genera angustia.


No se trata de una simple fantasía, sino de un deseo profundo: quiere que su esposa estimule su ano. Le gustaría experimentar placer en esa zona. En una ocasión, se atrevió a hablar con su pareja sobre la posibilidad de que ella le hiciera caricias, un masaje o incluso lo lamiera. Sin embargo, Paula dejó muy claro que eso no le parecía propio de un hombre heterosexual y, además, comenzó a cuestionar si Héctor seguía atrayéndole.


Desde entonces, Héctor encerró su deseo en el fondo de su corazón durante años, pero nunca desapareció. Un día, surge la oportunidad de hacerlo realidad, pero no con su esposa, sino con otra persona.


Héctor acude a mi consulta con un gran dilema: ¿ser fiel a mis deseos o fiel a mi pareja?


Antes de responder a esta pregunta, reflexionemos juntos. Nos encontramos ante un conflicto entre la autenticidad personal de los deseos de Héctor y su compromiso con su relación. Pero aquí hay algo más profundo: la postura de Paula no solo implica un rechazo a la práctica, sino que también pone en duda la identidad de Héctor. Esto añade una capa de culpa, angustia y vergüenza a su deseo.


Ahora, la carga que lleva Héctor no es solo su deseo no satisfecho, sino también el juicio de su pareja hacia él y lo que desea.


Les pregunto:


¿La fidelidad debe incluir la renuncia a los propios deseos?


¿Existe una ética del deseo que deba ser considerada?


¿Qué pesa más para su bienestar: reprimir un deseo legítimo o la posibilidad de buscarlo fuera de su relación?


PORQUE SÍ

Libro


Por Claudia Carvalho

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