Lo único que se necesita para que sea una experiencia placentera es que ambas partes involucradas en el acto estén genuinamente interesadas (que quien es penetrado no lo haga única y exclusivamente para satisfacer a la pareja) y que quien penetra tenga empatía y paciencia.
La gran diferencia entre anal y vaginal es que, a diferencia de los músculos del canal vaginal, nosotros tenemos mucho mayor control y conciencia de nuestros músculos anales. Esto marca la diferencia porque de manera mucho más intensa que el canal vaginal, cuando estamos tensas, asustadas o desinteresadas por la experiencia contraemos los músculos anales. Tenemos una capacidad mucho mayor y más rápida para responder físicamente a las molestias en la región anal que a nivel vaginal.
Resultado: si la experiencia no es buena o si realmente no estamos preparados para ella, nuestro cuerpo se cierra con mayor contractura, lo que aumenta la probabilidad de que sea una experiencia dolorosa. Por eso, durante el sexo anal es importante ser consciente del nivel de conexión con la pareja, nivel de excitación, entender que el tiempo de excitación de quien penetra es generalmente mucho más corto que el de quien será penetrado y, por tanto, Es necesario respetar este plazo más largo.
También es necesario recordar que el recto no tiene una función biológica como receptáculo, como el canal vaginal. Y es por eso que nuestro cuerpo no produce por sí mismo una lubricación natural por muy excitados que estemos. Por ello, es fundamental recordar mantener una lubricación de calidad durante las relaciones sexuales y que no basta con utilizar el lubricante al iniciar la penetración, hay que retocarlo frecuentemente.
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Foto: oslaveraKavr
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