
¿Qué pasa cuando el deseo es cada vez más digital y carece de sustancia propia? ¿Qué sucederá con el deseo en un mundo donde un humano abraza con anhelo a un androide hipersexualizado? ¿Nos hemos preguntado cómo el deseo hoy se enfrenta a lo sintético, a lo programado y a lo incansable?
Toda tecnología, con su paquete de inteligencia artificial, está condicionando a la sociedad a un deseo fabricado, a una experiencia que parece erótica y conectada, pero que en el fondo es vacía. Aquí surge una pregunta: ¿nos estamos enamorando del reflejo del deseo más que del deseo en sí mismo? ¿Qué es más importante en el deseo: la imagen de lo que creemos querer o la experiencia real? ¿El deseo sigue siendo nuestro, o nos han programado para desear lo que nos ofrecen?
La tecnología ha sepultado el erotismo.
Antes eran la religión, la cultura y la sociedad quienes imponían pautas sobre cómo debía ser nuestro deseo y nuestra conducta sexual. Ahora tenemos todo eso, más la tecnología. La tecnología, con su inteligencia artificial y su hiperconectividad, ha impuesto un deseo estandarizado, optimizado para el consumo. Entonces, me pregunto: ¿qué queda del erotismo si cada clic nos da placer instantáneo?
El problema no es solo que el deseo se vuelve cada día más digital, sino que lo aceptamos sin cuestionarlo. Vuelvo a hacer la misma pregunta: ¿nos estamos enamorando del reflejo del deseo más que del deseo en sí mismo?
Mi preocupación es que, si cada vez dependemos más de lo digital y de la gratificación instantánea, el erotismo, tal como lo conocemos, podría transformarse hasta volverse irreconocible o incluso desaparecer. Si todo se vuelve programado, inmediato, sin incertidumbre ni espontaneidad, ¿qué quedará del erotismo? Todo esto está ocurriendo delante de nuestros ojos, y no lo cuestionamos.
¿Sabemos lo que pasará con nuestro deseo?
Al estar expuestos constantemente a la sobreestimulación visual y digital, podríamos perder la capacidad de desear sin una imagen prefabricada, lo que afectará profundamente nuestra manera de sentir placer.
Con esta fabricación del deseo, el erotismo real podría volverse innecesario. ¿Para qué aprender a desear? ¿Para qué hacer terapia de pareja?
Entonces, la pregunta es: ¿queremos un deseo programado y predecible, o seguimos apostando por el erotismo como una experiencia viva, caótica y humana?
Por Claudia Carvalho
PORQUE SÍ
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