Cuando el "cuidado" se transforma en control, indiferencia o rutina vacía, deja de ser un gesto de amor y se vuelve negligencia disfrazada. Y el deseo, que se alimenta de presencia, atención y reconocimiento mutuo, termina asfixiándose.
Si solo uno cuida mientras el otro se deja estar—en lo físico, lo emocional y lo erótico—, el equilibrio se rompe. Y cuando el deseo deja de encontrar un terreno fértil, se marchita.
La pregunta que te hago es: ¿crees que ese cuidado recíproco puede recuperarse una vez que se ha perdido?
Recuperar el deseo no es solo cuestión de estrategia o técnica, sino de voluntad real. ¿Quiero hacer ese esfuerzo? ¿Quiero volver a ver al otro con ojos nuevos? ¿Quiero cambiar mis hábitos y mi forma de estar en la relación?
Muchas veces la gente dice que sí, pero en la práctica, el deseo de cambio no es suficiente. Porque cambiar implica incomodidad, cuestionarse y salir de la inercia. Y no todos están dispuestos a hacerlo.
Por Claudia Carvalho
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