Cuando mi pareja no quiere tener sexo: una intimidad en pausa
- Claudia Carvalho
- hace 9 minutos
- 2 Min. de lectura
Estar en una relación donde el otro no desea tener sexo puede ser una experiencia desconcertante, dolorosa y llena de silencios incómodos. El cuerpo amado, que antes era un lugar de encuentro, se convierte en un territorio cerrado. Y con él, muchas preguntas empiezan a germinar: ¿ya no me desea?, ¿he hecho algo mal?, ¿esto es el principio del fin?, ¿puedo vivir sin esa parte de la relación?
El rechazo sexual, cuando se vuelve constante o indefinido, no solo pone en pausa el erotismo, también puede fracturar la autoestima, la conexión emocional y el sentido de complicidad. Pero es importante entender que el deseo no es automático, ni siempre simétrico. Hay momentos en la vida –por estrés, por duelo, por enfermedad, por crisis personales o por conflictos internos– en que el cuerpo se desconecta del impulso sexual. Y eso no siempre tiene que ver directamente con la pareja.
Sin embargo, cuando el silencio se instala y no hay espacio para hablarlo, la desconexión deja de ser una pausa para convertirse en un abismo. No se trata de obligar al otro, ni de resignarse. Se trata de abrir una conversación honesta: ¿qué está pasando?, ¿hay algo que duele, que incomoda, que cansa, que bloquea el deseo?, ¿queremos, ambos, volver a encontrarnos desde el cuerpo?
A veces, la falta de deseo es una señal de que algo necesita ser dicho. Otras veces, es un síntoma de que la relación ya no sostiene el erotismo. Y en otras, simplemente es una diferencia de ritmos que necesita ser renegociada.
Lo importante es no convertir la ausencia de sexo en una lucha de poder ni en un tabú. El deseo necesita cuidado, palabras y espacio. Y tú también. Si no hay diálogo, si el otro se cierra por completo, si el vacío se prolonga sin explicación, también es legítimo preguntarte: ¿qué deseo yo?, ¿puedo seguir así?, ¿qué necesito para no dejar de desearme a mí misma/mismo en esta historia?
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