
El lugar eterno
- Claudia Carvalho
- 19 jun
- 1 Min. de lectura
El sexo es mucho más que dos cuerpos desnudos y juntos.
Sexo es historia, energía, cicatrices, miedos, bloqueos.
No es fácil encajar sexualmente con cualquiera.
Cuando hablo de encajar, no me refiero solo a la química.
Hablo de alinear mentes, deseos, lujuria, fantasías.
Eso va más allá de lo común.
Es algo que atraviesa a ti y al otro.
Ese tipo de sexo ocurre una sola vez en la vida.
Porque ambos, como sujetos, son únicos.
Ambos son irrepetibles cuando se trata de mente erótica.
Él la hace temblar.
Ella lo convierte en lo que ninguna otra logró tocar.
Ella se entrega, y él la cuida.
Ella lo desea, y él le corresponde.
Ella habla de caos erótico,
y él, por fin, se vuelve lo que siempre quiso ser:
libre sexualmente, sin miedo, sin pudor.
Ella lo ve y lo siente.
Él le lee la mente
y logra percibir una parte de ella que nadie más alcanzó.
Ambos tiemblan en un mundo que casi nadie se atrevería a atravesar.
No es fácil entregarse así.
Hay que estar dispuesto a caer, a temblar, a no reconocerse.
Pero cuando sucede, te devuelve una parte de ti que creías muerta.
Ambos tiemblan en un mundo donde casi nadie se atreve a entrar.
Y aunque no vuelvan a tocarse, ese lugar ya es eterno.
Ella no se dejará marcar por nadie.
Lleva en su cuerpo y en su alma marcas visibles e invisibles.
Y después de eso, ya no se vuelve a tocar a nadie igual.
Por Claudia Carvalho
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