
Pienso que uno de los condimentos del deseo, el que genera su sabor y, diría yo, el condimento principal, es la admiración.
Como he dicho anteriormente, el deseo erótico es, para mí, una canción interpretada en tonos únicos y distintos, usando las notas precisas de la imaginación mezclada con la admiración. Ah, la admiración, tan necesaria y, a la vez, tan olvidada en las relaciones íntimas. Es la mirada de contemplación, el susurro de la voz, el roce de las palabras silenciadas por el toque, por el anhelo.
Sin admiración, el erotismo se vuelve carente y repetitivo.
¿Es posible recuperar la admiración cuando se ha perdido?
Para ser sincera, no trabajo con respuestas prefabricadas ni con recetas universales. Lo que sé es que esta es una de las preguntas más complejas en la dinámica de las relaciones a largo plazo. La admiración no es algo espontáneo, sino una construcción y, la mayoría de las veces, cuando se pierde, significa que hemos dejado de mirar realmente al otro, que ya no nos sorprendemos con su esencia.
Una vez roto el vaso, ¿volveríamos a mirarlo de la misma forma?
Lo que sé es que la admiración no se recupera solo con intención o palabras, sino con acciones y un cambio de conducta. Pero el cambio mayor, quizá, deberá venir de quien ha dejado de admirar.
Si el deseo tiene sabor, para mí, ese sabor es la admiración.
PORQUE SÍ
Comments