top of page

Hay cuerpos que te calientan. Y hay mentes que te incendian.

  • Foto del escritor: Claudia Carvalho
    Claudia Carvalho
  • 4 jul
  • 1 Min. de lectura


Lo que sostiene el deseo no es el cuerpo, sino la mente.


Follar la mente es devoción.

Es nadar donde nadie ha llegado,

es sumergirse en la profundidad donde pocos tienen el coraje de entrar.


Follar la mente no es una conquista, es un baile.

Sin guion, donde el ritmo se siente, no se impone.

Donde nadie arrastra ni empuja, solo se responde.

Donde no hay lucha de poder, sino una entrega consciente y libre.


Es algo más sagrado:

una danza donde las ideas se desnudan

y el deseo se expande más allá de la carne.


Es un diálogo entre inteligencias,

entre heridas que no temen mostrarse.


Follar la mente es eso.

Un baile sin coreografía, pero con verdad.

Sin promesas, pero con presencia.

Sin atajos, pero con profundidad.


Pocos hombres y mujeres logran ese baile porque requiere algo que no todos están dispuestos a dar:

vulnerabilidad sin miedo, atención plena sin distracciones, y la valentía de abandonar el control para simplemente sentir y responder.


Follar la mente no es un acto de dominación ni conquista;

es un pacto silencioso de confianza donde cada paso depende del otro,

sin guion ni certezas, solo la certeza de estar presentes.


Es abandonar el ego para encontrarse en el otro,

es despojarse de máscaras y expectativas,

es escuchar sin juzgar y hablar sin fingir.


Por eso, pocos se atreven a bailar así:

porque es un arte que exige más coraje que cualquier acto físico,

y una entrega que no todos están preparados para ofrecer.


@sexologaclauu


Comments


bottom of page