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La importancia de las rapiditas

  • Foto del escritor: Claudia Carvalho
    Claudia Carvalho
  • hace 12 minutos
  • 2 Min. de lectura

Las rapiditas sostienen el deseo.

No hablo de sexo rápido como sustituto o como “lo que se puede porque no hay tiempo”.

No.

Hablo de encuentros cortos, intensos, voraces. De esos momentos que no necesitan planificación, ni velas, ni cama, ni guion. Hablo de el instante en el que un cuerpo reconoce al otro como carne deseable.

Una rapidita no es sexo incompleto.

Una rapidita es sexo urgente.

Sexo que nace del cuerpo.

Sexo que no pide permiso.

Sexo que no necesita explicación.

Es ese momento en el que te miro y sé que te quiero ahora.

Sin ritual.

Sin preparación.

Sin escenario.

Solo deseo.

Y ese instante, aunque dure minutos, enciende algo que dura todo el día.

Una rapidita no sacia.

Abre.

Provoca.

Prepara.

Es el mensaje que queda vibrando en el cuerpo:

Te deseo.

Te quiero adentro.

Te pienso.

Te vuelvo a querer esta noche.

La rapidita alimenta el morbo.

La anticipación.

La imaginación erótica que crece mientras el día sigue.

Es el pequeño incendio que se queda vivo, respirando debajo de la ropa. Mirar al Otro Para Devorarlo.

El deseo no muere por el paso del tiempo. Muere por la falta de mirada. Hay parejas que se miran para hablar, para coordinar, para planificar, para convivir.

Pero no se miran para desear.

La rapidita devuelve la mirada del hambre.

El mirar como quien dice: Quiero tu cuerpo y lo quiero ahora.

No es objeto.

No es posesión.

Es reconocimiento.

Es decir:

Yo te elijo.

Aquí.

Hoy.

Otra vez.

El deseo se expande cuando se juega.

Y la rapidita es esa chispa.

Ese impulso.

Ese gesto que dice:

“Todavía te deseo.

Y lo sabes.”

Por Claudia Carvalho

Libro: PORQUE SÍ: Cómo tener sexo todos los días.

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