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Más allá de las posiciones

  • Foto del escritor: Claudia Carvalho
    Claudia Carvalho
  • 8 nov
  • 2 Min. de lectura

De pie, de cucharita, misionero, vaquera, vaquera invertida, de perrito, de ribera, 69, 68… Las posiciones sexuales fueron algunos de los temas más buscados en Google en 2024. Ya sea en la cocina, en la silla, en el baño, en la cama, en el sillón, en la escalera, en el ascensor, en el cementerio, en la playa, en el portal, en un trastero o en el baño de un restaurante, la posición se ajusta a un momento de sexo.


¿Por qué hubo una búsqueda tan intensa sobre posiciones sexuales este año? ¿Por creatividad en la dinámica de la relación? ¿Es la posición la que genera creatividad, o es el deseo el que la provoca?


Es sudor, piernas temblando, “así no funciona”, cambiamos de postura; ponerte encima; ahora de cuatro patas; recoger el pelo; azotes, manos, sonidos, más sudor, más ganas… ¿Todo esto está en concordancia con el deseo? ¿Con el deseo de quién?


Cambiamos de postura, hacemos malabarismos en la cama; muchas mujeres fingen orgasmos; y todo esto, ¿es para ser creativos en la cama? Existe un impulso de “hacerlo bien” o de ofrecer placer al otro, que impulsa la búsqueda de técnicas y posturas.


No es la creatividad la que genera placer y deseo: es el deseo el que genera creatividad. Puedes hacer todo el Kamasutra, pero sin deseo, las posiciones serán solo una recopilación de un sexo desconectado, automático y performático.


Cuando hay deseo auténtico, surgen movimientos espontáneos, cambios de postura y juegos de contacto que son realmente placenteros. Si no hay deseo, la creatividad se vuelve performance o rutina, y el sexo se siente desconectado y mecánico.


Comprar lencería, arreglarse para la pareja, esperarlo de tacón… todo esto tiene sentido solo si hay autonomía y deseo genuino. Hacerlo para complacer al otro, ser “una esclava sumisa” o montar la mejor escena posible, solo es significativo cuando hay voluntad propia y deseo auténtico.


La penetración más sabrosa no está solo en la carne, con sus nervios y músculos activos: la penetración más profundamente deliciosa es la que involucra el alma.


Por Claudia Carvalho

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