¿Cómo seguir en un amor tan tierno y al mismo tiempo tan falto de deseo?
- Claudia Carvalho
- 30 abr
- 2 Min. de lectura
Luísy Mônica llevan siete años juntas.
Comparten una relación tejida de afecto, compañerismo y sueños compartidos.
Mônica es calma, casera, de silencios largos y cafés en el balcón.
Luís es todo lo contrario: energía que desborda, sociabilidad, impulso.
Se aman. Pero eso, aunque profundo, no ha bastado.
Laura cree en el amor como cimiento, pero algo dentro de ella —el cuerpo, el deseo, la inquietud—
comenzó a hacerse oír, aunque en voz baja.
Le falta el sexo. Le falta el deseo. Le falta el encuentro que despierte su piel.
Para Mônica, el sexo nunca fue una prioridad.
Laura, que al principio intentó restarle importancia, hoy guarda una pregunta que no se atreve a decir en voz alta:
¿Cómo seguir en un amor tan tierno y al mismo tiempo tan falto de deseo?
Durante un tiempo, tragó esa ausencia como se traga agua con cloro:
molesta, pero tolerable.
Recordé entonces una frase de Eva Baltasar en Boulder:
“La vida puede no gustarte, pero ser tolerable.”
Y a veces, la vida es exactamente eso:
tibia, sin sabor.
No duele, pero tampoco vibra.
Solo sigue.
Y una la bebe.
Con el tiempo, lo extraño se vuelve rutina, lo amargo se disuelve,
y el vacío… se acostumbra.
El peligro está en lo que no duele lo suficiente.
Lo que no hiere, pero tampoco enciende.
La trampa es esa: una vida que no te rompe, pero tampoco te hace vivir.
Persistir no es lo mismo que vivir.
En terapia, Laura entendió que el amor no puede ser cárcel
y que el deseo no es un capricho:
es parte de ella, legítima, ardiente.
Negar el cuerpo por la nobleza del vínculo ya no bastaba.
Le propuso a Mônica otra forma.
Un pacto.
Poder seducir, aventurarse, explorar.
No por falta de amor, sino precisamente por amor:
porque entre ellas aún había ternura para arriesgarse.
Hubo lágrimas. Silencios. Miedos.
Pero también apertura.
Y la decisión de probar.
Porque en toda relación hay un momento clave:
el instante en que se elige entre anestesiar los deseos o poner a prueba los límites.
Tal vez funcione. Tal vez no.
Pero Luísya no quiere una vida sin temblor.
Y Mônica, que teme perderla, está dispuesta a cambiar el miedo por el aprendizaje del permiso.
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